
Estaban sentadas en circulo, espalda con espalda.
La mujer pelirroja empezó a tocar un gran tambor, clavado en la tierra, con una de sus manos.
Su hermana, sentada detrás, comenzó a cantar, y sus otras dos hermanas, a los costados, respondían en eco.
El tambor cada vez más profundo, empezaba a resonar con la tierra, y la tierra empezó a cantar también.
El viento comenzó a soplar dulcemente, trayendo voces y ecos de tierras más lejanas, de épocas atrás.
La tierra árida y herida, comenzó a escurrirse y tronar. La lluvia comenzó a caer lentamente, y las nubes aceleraron su marcha.
-¿Qué es esto?-pregunté al anciano sin apartar los ojos del espectáculo que estaba presenciando.
-Es La Creación- me susurró-
Y entonces un escalofrío recorrió mi espalda, junto al crescendo de la música.
Ahora la mujer que tocaba el tambor, golpeaba con sus dos manos, fuerte y pesadamente, el cuero del instrumento.
Las voces eran más feroces, mientras la lluvia golpeaba sin compasión la tierra.
Era una cortina gris, en la que apenas podía distinguir los cuerpos de las 4 mujeres que la estaban invocando.
Entonces de la tierra empezó a fluir el agua, desde sus mismas entrañas, empezó a llorar hacia la superficie.
Una alfombra suave y verde empezó a poblarse por todo el suelo, y cuando miré hacia arriba, vi a las nubes avanzar a toda velocidad.
La voz de Acqua se sentía más fuerte y profunda ahora, resonando en lo profundo de mi corazón, llamando a la lluvia para que nos bendiga una vez más.
La tierra calcinada comenzó a cobrar vida, y a lo lejos bosques se elevaron, y el río empezó a fluir nuevamente.
Los golpes en el tambor salpicaban lluvia, que casi parecía hecha de diamante.
Todo se llenó de un fulgor dorado, y todo lo que alguna vez tuvo sentido, se quebró en mi cabeza.
Estaba a merced de la vida y de la muerte, me sentía completamente desnudo ante el mundo y ante Dios, me sentía ínfimo, pero poderoso.
Entonces la lluvia cesó, y las voces fueron mermando.
De a poco el tambor comenzó a silenciarse, y los brazos de su interprete aminoraron su marcha.
Para cuando terminó, lo que alguna vez había sido, volvió a ser. Estaba hecho.


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