
Danzando dentro de una lluvia de cristal.
Incluso las ilusiones más frías se rompen.
Cantando en mi casa de naipes.
Donde todo es frágil.
Cruzada de brazos, esperando el huracán que tire todo abajo.
Sólo porque me gusta volver a empezar.
Atenta, escuchando las voces a mi alrededor.
¿Por qué no intentar construir una casa más grande?
Esta lluvia algún día cesará.
-¡Olvídate de esa tonta casa! ¡Sal a brillar!.
Pero los cristales cortan mi piel y dañan mis ojos.
Aún así, realmente estoy brillando.
Extraño el Sol en mi ventana, brillando para mí, sin pedirme esfuerzo.
El Sol brilla para mi, incluso sin que se lo pida.
Y ahora esta tonta lluvia, quiere arrebatarme el brillo que era para mí.
Intento sin éxito construir un paraguas con mis naipes.
Pero los cristales caen filosos y con fuerza.
Extraño mi casa de naipes.
Con tantos pisos y habitaciones como desee.
Y una cama llena de corazones.
Quiero mi casa de naipes, entonces la volveré a erguir.
Mi piel llena de heridas y cristales incrustados, comienza a brillar.
Y el dolor se desvanece en plena construcción.
Quema, el Sol quema mi piel como nunca antes.
Ya no quiero este Sol egoísta que brilla porque sí.
Abrazo mis cristales con fuerza y me convierto en un diamante en bruto.
Mi ser brilla más que nunca, y ya no hay dolor.
Mi casa, a medio construir, es azotada nuevamente por el huracán.
Y me río a carcajadas, mientras cuento los cristales en mi cuerpo.
Puedes quedarte con los naipes, ya no necesito un lugar.
Mi lugar es cualquier lugar que no tenga un Sol propio.
Mi lugar es cualquier lugar que pueda hacer brillar.


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