
«Sentí como mi cuerpo comenzaba a congelarse lentamente, a medida que los pasos se escuchaban más cerca.
Una temible y sombría figura apareció detrás del sillón de marmol negro, bajando las escaleras, con sus ojos color sangre, clavados en mi.
A cada paso que avanzaba, sentia que mi cuerpo era impulsado hacia atrás, como si una fuerza invisible estuviera marcando la diferencia entre nuestro espíritu.
El suelo y las paredes comenzaban a escarcharse, mientras veía en el rostro del gran General, una sonrisa cínica.
-Marc…-susurró la figura, frenando su marcha en medio del salon, a metros de mí- ese nombre me provoca tanta nostalgia. Asi que tu eres el nuevo portador de las dagas. Bienvenido a mi Reino. Al País del Hielo Negro.
Estiró su mano, apuntando sus dedos hacia mí, y una fuerza de gravedad me empujó contra la pared, enterrando mi craneo contra los escombros. A duras penas podia respirar, los oídos me zumbaban y sentía la sangre corriendo por mi rostro, sangre fría, como el agua de deshielo.
-Patética criatura…-murmuró el General- ¿Crees que podrás salir con vida del Infierno? ¿Crees que no lo he intentando? ¡¿EH?!- con su grito, la fuerza comenzaba a aplastar aún más mi cuerpo, sentía que mi cabeza iba a explotar.
Súbitamente, bajó su brazo y con él, caí de bruces al piso. Agitado, con lágrimas en mis ojos, temblando. No importaba todo lo que había recorrido, no había forma de vencer a alguien a quien ni siquiera podía dirigir una palabra, a quien ni siquiera podía acercarme.
-Mi Reina te trajo aquí con tu cuerpo, porque tuviste contacto con la Corona.- continuó Exel mientras se dirigía a sentarse en su trono- Cree que el haber tenido contacto con la explosión que causó el poder desatado de la herencia de Lucifer, te ha dado cierto poder. Sin embargo, eres débil, tu cuerpo y tu espíritu, así como tu mente, están completamente quebrados y confundidos. Has venido a mi por respuestas y buscando una salida.
Me incorporé lentamente sobre mis rodillas, con los oídos aún zumbando. Súbitamente, el General se encontraba parado ante mi. Se inclinó y tomó mi rostro en una de sus manos.
-Pues déjame decirte- susurró, pegando su decrépito rostro al mío- que no hay salida. Ni siquiera yo he podido encontrarla luego de siglos. No hay nada que puedas hacer para que tu vida sea devuelta. Excepto luchar. Te entrenaré Marco, matarás para mí. Me traerás mi preciado trofeo, traerás ante mi la cabeza de mi amada, y cuando lo hagas entonces, y sólo entonces, velaré por tu libertad.
Mi cuerpo entero estaba temblando, mi mente estaba en blanco, Su rostro contenía una mezcla entre sabiduría, maldad y locura, e incluso, dolor. Sin embargo, no podría decir que tendría más de 35 años. Era un hombre joven, o lo había sido alguna vez.
-Vuelve a mi cuando tengas la fuerza suficiente como para ponerte de pie frente a mi, de lo contrario, morirás al primer encuentro con ella.- dijo soltando mi rostro y dándome la espalda.
Sentí entonces que una fuerza me elevaba, todo se volvía difuso, como si algo a mi alrededor se moviera a gran velocidad.
-Busca a tu maestro en las Comarcas del Norte. Puede que el desierto y la desesperación te enseñen algo.- terminó de decir Exel.
Y con esto, un halo de oscuridad me envolvió, y no pude ver más nada.»
-El Cazador Perfecto


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