El hastío que me causa pensar, si vendrás o no.
Si te irás, te quedarás, si sostendrás mi mano para volver a tomarla al otro día, o si deberé buscarte entre las sombras de ayer.
Si el mar me dará alguna respuesta, vaga o ajena. O si quizás ya no debo preguntar más. Si te quedarás, o te irás.
Y emprendo el viaje sola, con la certeza de que al volver, el panorama será distinto, el dolor será soportable, la soledad mi amiga. El vacío dejarlo estar.
No sé si durante la travesía, podré amigarme con la sombra, podré amigarme con el vacío y dejarlo estar. Permitirle que me acompañe, que me nutra, que me aprenda a querer.
Pero en el viaje por seguro, me acompañará tu calor y tu recuerdo. Y aunque nunca me necesitaste en primer lugar, hay aquí un recoveco, en lo profundo de mí, donde guardo tus besos.
Y las cosas compartidas, ya no importarán, pues en la distancia y el desinterés, todo se olvida. Las palabras como ecos se alejarán, hasta transitar el olvido. Quedará la imagen de tu dulce sonrisa en mi retina, mientras el viento acompañe mi andar desnudo por el mar.
Que se limpie todo, de una vez y hasta siempre, todo lo que alguna vez quise compartir y dar. Que se limpie enteramente el camino ante mi, para transitarlo sola. Soltando la expectativa de que alguien acuda y tome mi mano, pues las puertas ya se han cerrado, por siempre jamás.
Con el corazón pulido de astillas, me permito volver a comenzar. Sin ti, tu tus tantos rostros y nombres, de la idea y del recuerdo de lo que alguna vez quise encontrar.
Sin ti, sin nadie que se parezca a ti. No deseo más crear y orquestar mi magia para crearte en mi vida, pues ya no tengo magia en mi para dar. Los magos han muerto, ahogados en el mar.
Y quien desee recibir esta magia sin astillas, deberá saber que no podrá tomar mi mano, ni acompañar mi andar, pues estaré ya muy lejos, peldaños delante, en el fondo del mar.



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