Liberación

Hoy escribo desde mis venas, desde el encanto mismo de lo que en mi mente pudo haber sido.

La liberación me acerca un paso más, a lo que realmente debe ser. Sin engaños, sin juicios, sin miedo. Vivir y avanzar en este camino llevando mi mochila medio vacía, y nada más.

¿Cómo podría pedir por más? Con ojos de agua convirtiéndose en cristal, cuento las bendiciones a mi alrededor, y el mar me llama nuevamente a casa. Esta vez no para hundirme, no para esconderme en la oscura frialdad de mi Ser. Sino para sanar.

Sanar las heridas de guerra, sanar el corazón cansado y las piernas curtidas. Mientras entiendo que siempre tuve que transitar este camino sola. ¿Quién podría ahora brindarme calidez y amor, y qué podría dar yo a cambio? Pues estoy vacía.

Y abrazo y bendigo este vacío incesante, que me permite llenarme de más. Que me permite ambicionar y crear magia en mi realidad. Que me permite volver a empezar.

Reconozco la derrota de mi alma, y no puedo insistir ni avanzar más. Sigo por otro sendero, virgen, inexplorado, en el cual dos cuervos me guían en su danza por el cielo.

Sé que por aquí no vine antes, y sé que esta señal me insta a cambiar la forma, cambiar el pensamiento. Pues no puedo obtener diferentes resultados, si siempre elijo el mismo camino.

Apago mi andar por un rato, me desligo del Universo, al mismo tiempo que sé que estoy conectada. Y el Gran Padre me guía con su ojo sabio, y sus alas negras, a dónde el conocimiento yace desde el sacrificio y la muerte. La muerte de mi viejo Ser.

Y renaceré, quizás, en un siguiente capítulo, en una siguiente Era, más digna de mi, tan digna de mí.

Y no hay soledad, no hay tristeza en mi pecho, sólo hambre, hambre de conocimiento, de morir y encontrar nuevamente esa Valquiria en mi camino, lejana, distante, recorriendo mis heridas con sus ojos, volviéndome digna una vez más, de trascender toda muerte, toda vida.

Y renacer, quizás, más digna, tan digna, sólo de mi.

Deja un comentario