Y me siento extraña en esta tierra, donde debo empezar de cero y voy trabajando el suelo con mis manos. Revivo viejas memorias en mi ADN, que me permiten aprender, más bien recordar, mientras voy avanzando.
Con los pies desnudos puedo sentir y conectarme con cada célula de la hierba, con casa semilla en germinación. Puedo entender y ver más allá de lo que ha sucedido alguna vez, de lo que será. Y sólo dese volver a encontrar, una pizca de lo que me fue robado.
Lo que se cerró ante de mi con furia y disturbio, ahora permanecía en ruinas adornado con flores. Como la puerta de una antigua catacumba. Puedo entender las inscripciones en el marmol, quizás las he grabado yo misma eones atrás. Y sólo me queda pensar en el recuerdo de mi vieja piel, en aquello que fracasó rotundamente en el olvido y en las cenizas de guerras pasadas.
Mi antigua forma, mi antiguo Ser, que se erguía orgulloso de sí mismo, ahora extinto en la eternidad del tiempo. La vida clama por una nueva piel, mientras desesperadamente intento recordar a la antigua, a la otra, a la Yo. Me desconozco y desencuentro y en este vaiven de reencarnaciones me pierdo en el sentido de lo que deseo, con lo que debe ser.
Y la lucha interna sigue, alzándose, acrecentandose como un mar enfurecido mientras intento construir en vano, mi corazón y mi mente no se ponen de acuerdo, el cuerpo se desploma. Cierro mis ojos y vivo los recuerdos de las guerras de antaño, vestidas de sangre y azul, vestidas de metal frío y rayos encandecentes golpeando con furia a mis enemigos. El oceano profundo invadiendo la tierra de los vivos, de los mortales, de los frágiles que ruegan por su vida. Y me pregunto para qué fue todo eso. Todo lo que aprendí, ha ahora desaparecido, pues no hay fuerza en mis manos para poder desenfundar mi espada nunca jamás. La lanza partida respira su último aliento en el fondo del océano congelado, y mi energía se agota en el último momento en el que nuevamente la oscuridad me envuelve.
Como si hubiera fracasado nuevamente en mi tarea de viivr, de crear, de nutrir-me. Debo volver, y volver y volver una y otra y otra vez a un cuerpo cada día más distinto e impropio. Cada día más lejos de lo que fué. Pues todo el poder que yacía en mi, esta ahora dormido, olvidado, esperando.
Pero aún conservo el fuego en mi espíritu que desea volver a la batalla, a destruir antes de crear, a arrasar antes de erguir torres de hierro, a limpiar antes de comenzar. Y sé que los Océanos se alzaran nuevamente para mi goce y disturbio de la humanidad, pero pocos entenderán, que es mi voluntad la que trabaja al unísono para proveer vida, al borde de la extinción.



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